Monday, October 17, 2016

José Muñoz Sobre Julio Schiaffino y Leopoldo Durañona



Eugenio Zappietro (g), Julio Schiaffino (d), "Bull Rockett", Misterix nº 714, 20 de julio de 1962.


Jorge Oesterheld (g), Leopoldo Durañona (d), "Pedro Pereyra, Taxista" [homenaje a Pablo Pereyra] Hora Cero Extra! # 25, 23 de junio de 1960. Lluvias de Buenos Aires.

Julito y Leopoldinsky... muchachos de aquel Buenos Aires... aquì, en tu sitio, me vienen ganas de pensarlos y hablar de ellos, este es buen lugar para repatingarse y llamar sosegadamente a los recuerdos. A Leopoldo me lo encontrè en la Panamericana como alumno de Breccia, conjuntamente a Rubèn Sosa y a Abel Balbi. Yo seguìa visitando esporàdicamente la Escuela a pesar de no poder pagar ya los cursos, Breccia me invitaba -pasate de vez en cuando- me decìa, ademàs de recibirme en su casa y aconsejarme.
A Julio Lo conocì como ayudante de Solano, cuando yo entrè al estudio el ya se estaba yendo, hacìa por su cuenta Joe Zonda y Bull Rockett, anteriormente dibujados por Solano. Julio mascaba toscanos apagados y dibujaba sin cesar, desarrollando su original versiòn solanesca: habìa convergencias paralelas entre los dos, fueron capaces de partir desde las frìas y eficaces manchas y lìneas de Paul Campani hacia nuestros barrios, entibiàndose en el camino de los dìas. Jorge, su hermano, me contaba que la madre, parada al lado de la mesita de trabajo de Julio, le decìa - hacé unos cuadritos màs, nene, que me tengo que comprar zapatos - Solano y el consiguieron ademàs hacernos palpar visualmente la suciedad de la soldadescas cubiertas de barro seco, los ojos llameantes de desesperaciòn bajo la sombra de los cascos, la fatiga de los cueros ajados por el uso, la corrosiòn de los metales, los cielos plùmbeos de aquì y de allà. Luego su camino se internò en zonas de exasperaciòn humorìstica como las de su admirado Will Elder, llenando sus cuadritos con contorsiones y anécdotas desopilantes. Se le iluminaban los ojos cuando hablaba de el.

Leopoldo es vigor, soltura y gracia. De potrillo galopaba cerca de Breccia, a veces irritàndolo. Era verbo colérico, energìa desencadenada, brillantez en acto. Sus Pedro Pereyra, taxista, resueltos en tempestades nocturnas, eran oleadas de tinta palpitante en lluvias y vientos que hacìan entrada en las recònditas sombras de los barrios de Buenos Aires, ejerciendo animismo del mejor. Y sus trabajos en Latinoamérica y el imperialismo son excelentes, concuerdo. Nos juntàbamos en su casa con Balbi y Sosa y ahì dale que te dale, discusiones infinitas, llueve siempre en mis recuerdos. Luego terminabamos echados por su mamà, cansada de la excitaciòn y los gritos, y nos ìbamos al bar de la esquina a festejar con cafè con leche y medialunas.

Reconozco que estoy un poco fijado con esa ciudad, la mìa, la de ellos. Que se yo, debe ser el carìnio. Ahì nacieron, ahì volvieron, desde ahì se fueron al otro barrio, y a ese ahì lo dibujaron desde sì mismos, reanimàndolo.
Hasta lueguito y 'chas gracias.

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